EN RESUMEN
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El turismo de élite cristaliza muchas tensiones en el debate contemporáneo sobre el surturismo. Mientras que frecuentemente se señala a los viajeros de masas por las molestias ocasionadas en los principales sitios turísticos y el medio ambiente, un análisis más profundo revela que esta crítica oculta la responsabilidad, a veces mayor, de los adeptos de un turismo exclusivo y de alta gama. Este fenómeno, lejos de promover un modelo virtuoso, expone en el trasfondo un cierto desprecio de clase y una voluntad de distinción social, mientras contribuye a graves desequilibrios ambientales y económicos. Este análisis arrojará luz sobre los desafíos del turismo de élite, el discurso general sobre el surturismo y sus implicaciones sociales, así como sus impactos en los territorios visitados y sus poblaciones.
Turismo de élite y crítica del turismo de masas: representaciones contrastadas
La figura tan criticada del vacacionista en bermuda, invadiendo las playas de Phuket o los alrededores de la torre Eiffel, cristaliza la imagen de un surturismo popular. Estos visitantes son acusados de ser responsables de la contaminación, de los aumentos de precios y de las molestias para los residentes. A modo de ejemplo, algunos lugares emblemáticos, desde la Fontana de Trevi hasta las Calanques de Marsella, ahora limitan su acceso y establecen reservas para controlar la afluencia. Pero esta condena a las masas, a menudo asimiladas a la clase popular, oculta las prácticas de los viajeros adinerados, que optan por estancias exclusivas y personalizadas que a veces tienen impactos equivalentes, o incluso mayores.
Dificultades en la democratización del viaje: mito o realidad?
La idea de que el viaje ahora es accesible para todos está ampliamente exagerada. En 2025, si dos mil millones de personas viajan internacionalmente, es ante todo el signo de un desarrollo económico desigual y del envejecimiento de una población acomodada, que tiene el tiempo y los medios para recorrer el mundo. A pesar de esta aparente democratización, cerca del 40% de los franceses nunca se van de vacaciones. El turismo de masas está muy lejos de ser total, y al observar la realidad de la movilidad internacional, los privilegios de clase permanecen presentes, en beneficio de una minoría privilegiada.
Un desprecio de clase latente en la denuncia del surturismo
Según el geógrafo Rémy Knafou, denunciar el surturismo con frecuencia equivale a expresar un desprecio de clase, al oponer a los viajeros populares a los «viajeros distinguidos». Esta postura busca preservar los espacios turísticos para públicos elegidos, estableciendo una barrera social bajo la fachada de discursos ecológicos o patrimoniales. En realidad, esta estigmatización oculta la persistencia de un turismo de élite, tan nocivo para los ecosistemas y el tejido local como el turismo de masas.
Turismo de distinción: un rostro moderno del neocolonialismo
El turismo de distinción, que reivindica una búsqueda de “autenticidad” y experiencias a medida, a veces recicla viejos esquemas del neocolonialismo. Las clientelas de alta gama invierten en sitios protegidos, privatizan espacios naturales e imponen exigencias que desequilibran las economías locales y explotan una mano de obra explotable a merced. Este enfoque, disfrazado con los ropajes del respeto cultural o de ayuda humanitaria, resulta particularmente destructivo para los países pobres o frágiles.
Surturismo: una responsabilidad compartida
La progresión del surturismo no proviene solo de las “hordas” de viajeros populares, sino también de los nuevos modos de consumo impulsados por la élite. Las plataformas digitales como Netflix, TikTok o Instagram participan en la homogeneización y valorización de experiencias “excepcionales”, creando nuevos flujos y amplificando la presión sobre los destinos. Luchar contra este fenómeno implica pensar en soluciones globales, que van desde el control de la afluencia hasta la instauración de impuestos como exponen diferentes políticas públicas innovadoras.
¿Hacia un turismo más equilibrado y responsable?
Frente a estos desafíos, algunos destinos intentan reinventar su modelo favoreciendo un turismo más sobrio, responsable y equitativo. Así, ciertos territorios franceses, como los Pirineos Atlánticos, se distinguen por el desarrollo de iniciativas eco-responsables y participativas. El desafío sigue siendo, para todo el sector, evitar que la crítica al turismo de masas solo sirva para legitimar la exclusión y la privatización del acceso al patrimonio mundial, en beneficio de una minoría ya privilegiada.
El turismo de élite, espejo de una época
Al final, la crítica del surturismo realizada en nombre de la ecología o de la preservación patrimonial interroga sobre la evolución de las relaciones sociales y de clase en la sociedad contemporánea. Las distinciones turísticas reproducen, a escala global, las desigualdades y la distancia de una mayoría que a menudo se ve acusada de profanar los sitios que se quieren reservar a una élite. Entre las legítimas preocupaciones ambientales y las estrategias de distinción social, el turismo de élite se afirma como el revelador de un desprecio de clase latente, y cuestiona en profundidad los modelos actuales de movilidad y de reparto de riquezas.
Para profundizar en la reflexión sobre el sector y sus perspectivas, es esencial considerar las evoluciones recientes del turismo internacional así como los desafíos patrimoniales importantes asociados a la gestión de los flujos de visitantes.