Del Mediterráneo a las alturas: la tradición familiar de la trashumancia ovina entre los lemerciers

Cada año, al alba del primer dulce clima primaveral, la familia Lemercier abraza una tradición ancestral que baila al ritmo de las montañas y acaricia las orillas del Mediterráneo. La trashumancia de las ovejas, auténtica herencia familiar, nos lleva a un viaje poético donde el olor de las hierbas silvestres se mezcla con el de los recuerdos. Con el tintineo de las campanas y el suave balido de las ovejas, esta migración estacional se revela como un ballet antiguo, entre paisajes cautivadores y cálidos momentos para compartir. A través de verdes colinas y empinadas laderas, el clan Lemercier perpetúa un arte de vivir donde se combinan naturaleza, pasión y la transmisión de una cultura centenaria.

Un viaje ancestral

Cada año, cuando las primeras luces del amanecer iluminan el cielo, la familia Lemercier se prepara para una aventura que trasciende el tiempo. Es un momento lleno de magia y tradición, donde más de 2000 ovejas partieron hacia el Tierras altas de Vercors. Desde su redil situado en Bouches-du-Rhône, la familia vuelve a asumir su papel de criadora, perpetuando una tradición ancestral que se remonta a generaciones.

En esta vasta llanura de Crau, entre el estanque de Berre y la Camarga, la manada está cuidadosamente orquestada. Los conductores de los semirremolques desembarcan y bajan puentes metálicos para acomodar a las ovejas. Cada gesto cuenta, cada maniobra debe ser precisa para evitar el caos de una manada que, aunque acostumbrada a estos movimientos, nunca deja de traer su cuota de imprevistos.

La reunión del rebaño

Apenas las 7:30 horas del 21 de junio, el ambiente ya está cargado de emoción e impaciencia. El balido de las ovejas se mezcla con el repique de los cencerros, mientras el polvo se levanta bajo sus pies. Todo pastor sabe que este momento es crucial, porque la entrada del rebaño a los camiones debe orquestarse en tres tiempos, con rigor casi coreográfico.

La maniobra es a la vez un desafío físico y un baile delicado. Las ovejas, guiadas por el instinto, avanzan y retroceden, creando un espectáculo vivo, vibrante y auténtico donde el ser humano se funde con la naturaleza.

El ascenso a las altitudes

A continuación, el convoy se pone en marcha por los caminos sinuosos que conducen hacia las montañas. A lo largo del recorrido, los paisajes se transforman. Las llanuras secas dan paso a verdes montañas, donde el frescor del Vercors espera impaciente la llegada de las ovejas. Este viaje es mucho más que un simple traslado; simboliza el apego de una familia a sus raíces, a su herencia pastoril.

Las ovejas, en camino hacia nuevos pastos, disfrutan del frescor de los pastos de montaña, mientras la familia Lemercier reflexiona sobre la importancia de esta migración, indisolublemente ligada a su identidad. Es un paso ritual, un soplo de aire puro que revitaliza no sólo a los animales, sino también a quienes los guían.

Una tradición familiar renovada

Esta tradición está profundamente arraigada en el corazón de los Lemercier. Cada miembro de la familia, desde el más pequeño hasta el mayor, juega un papel vital en esta comunión con la naturaleza y los animales. Magali y su hija Julie, por ejemplo, comparten un vínculo único, uniendo las fortalezas y los conocimientos transmitidos por sus mayores.

Hoy en día, la trashumancia ya no se limita al simple movimiento. También pretende ser una celebración de la vida agrícola, un homenaje a la armonía entre las personas y la naturaleza. Los paseos por la montaña, las veladas alrededor del fuego y el intercambio de historias nutren esta cultura viva y vibrante.

Un futuro que preservar

Mientras el mundo evoluciona y las prácticas agrícolas sufren transformaciones, la familia Lemercier sigue decidida a preservar esta tradición. ¿Su desafío? Transmitir esta pasión a las nuevas generaciones, para que un día ellas también puedan vibrar al ritmo de los balidos y maravillarse con los grandiosos paisajes de las alturas.

La trashumancia es mucho más que un simple movimiento estacional. Es una aventura humana, una historia de amor entre un pueblo y su tierra, una danza marcada por las estaciones y las tormentas. En cada paso que dan, los Lemercier nos recuerdan: no sólo son criadores, sino también guardianes de un vínculo inquebrantable con sus raíces.

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