EN BREVE
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El sector del turismo contemporáneo está a menudo marcado por comparaciones dudosas entre destinos locales y sitios emblemáticos a nivel mundial. Este fenómeno, que genera un discurso estereotipado en torno a los lugares, es particularmente evidente con apelativos como «Machu Picchu de los Pirineos» o «pequeñas Venecias». Más allá de lo ridículo, esta tendencia perjudica la verdadera esencia de los sitios involucrados, desviando la atención del viaje auténtico a favor de una visión reduccionista y comercial del turismo.
Una tendencia intrigante pero desconcertante #
La tendencia a dar apodos grandilocuentes a espacios poco conocidos, como el «Machu Picchu biroussan» en referencia al famoso sitio peruano, parece irracionalizar el debate en torno al turismo. Situado en las alturas de los Pirineos, este sitio minero abandonado, aunque sigue siendo un punto de interés atractivo, no puede, sin embargo, presumir de una comparación válida con el patrimonio inca. De hecho, cualquier analogía con Machu Picchu solo borra la singularidad de estas montañas ariégeoises, ricas en su propia historia minera y belleza natural.
Un fenómeno que desnaturaliza la experiencia turística #
Esta búsqueda de renombre a través de etiquetas exageradas desnaturaliza la verdadera experiencia que se podría vivir en estas regiones. Cada destino merece ser apreciado por sus propias características. El «Machu Picchu» de los Pirineos es efectivamente accesible tras una «extraordinaria excursión», como afirma la oficina de turismo, pero la evaluación de su valor no debería basarse en comparaciones simplistas. Al afirmar que puede ofrecer un «total desmarque sin salir de la Hexágono», se oculta la importancia de un enfoque respetuoso y auténtico del viaje.
Los riesgos de un turismo masivo #
Este enfoque sensacionalista del turismo genera un impacto perjudicial en los propios sitios. El atractivo que suscitan apodos como «pequeñas Venecias» o «Machu Picchu de los Pirineos» puede conducir a un afluxo de visitantes cuyos comportamientos pueden alterar la integridad de los lugares. El ejemplo de Machu Picchu en Perú ilustra bien este peligro: las infraestructuras locales, a veces inadecuadas, son presionadas por un turismo masivo que amenaza la preservación de este patrimonio clasificado por la UNESCO.
Un llamado a la valorización auténtica de los patrimonios locales #
Es primordial repensar nuestra forma de promover los destinos. En lugar de aferrarnos a comparaciones que coquetean con lo ridículo, sería más placentero destacar las particularidades de cada región. Esto implica fomentar prácticas de turismo sostenible, que promuevan un respeto a las culturas locales y una inmersión auténtica en las tradiciones y la historia de los lugares visitados.
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Reinventar el discurso turístico #
Para salir de este callejón sin salida, es necesario adoptar un discurso que valore cada destino por lo que realmente es. En lugar de asimilarlo a otro sitio significativo conocido mundialmente, es conveniente celebrar su unicidad. El éxito de un turismo responsable radica en la capacidad de abordar los sitios bajo una nueva perspectiva, lejos de clichés y singularmente contextualizados. Es posible descubrir tesoros localizados que no requieren envolverse bajo el manto de otro destino para despertar el interés de los viajeros.